Pasar la vejez en casa es algo que la mayoría de personas desearían, de hecho la gerontología lo recomienda y a la vez señala que comunmente el abandono del entorno habitual deriva en situaciones de desarraigo que llevan a problemas emocionales como depresión o ansiedad. En este contexto, los cuidadores familiares han sido las personas que tradicionalmente se han responsabilizado de cuidar y velar por la salud del mayor en su propio domicilio. Sin embargo, debido a los cambios en los ritmos de vida, el aumento de personas mayores de 65 años y la dificultad de satisfacer las necesidades económicas, muchas personas no pueden permitirse renunciar a sus trabajos para cuidar a sus abuelos o padres. Por otra parte, aquellos que por su voluntad asumen este cuidado muchas veces terminan .necesitando ayuda externa para cuidar su propia salud, prncipalmente debido a la cantidad de trabajo que el cuidado implica o porque combinan otro trabajo con esta labor. Es entonces cuando la ayuda a domicilio se presenta como una opción de cuidado. Pero esta alternativa tiene una gama o una escala de valoración muy amplia, la cual depende del grado de dependencia que la persona mayor presente. Esto a su vez implica una valoración de los conocimientos y profesionalización de quien presta los servicios de cuidado. Claramente, no es lo mismo cuidar a un mayor que se puede valer por sí mismo y que sólo necesita ayuda básica para cumplir tareas específicas, que cuidar a una persona con alzheimer n